El 18 de mayo Uruguay conmemora 211 años de la Batalla de Las Piedras, un hito histórico en el proceso de la gesta emancipadora. La frase “Clemencia para los vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros”, proclamada por Artigas al final del enfrentamiento, constituye un acto de profundo sentido humanista y tolerancia al prójimo.
En los primeros días de abril de 1811 José Gervasio Artigas desembarcó en la costa de Paysandú y se incorporó al contingente revolucionario. Tras tomar el mando instaló su cuartel general en Mercedes, departamento de Soriano. El pueblo oriental en pleno, conformado por quienes habían reconocido a Artigas y se oponían a la autoridad de los "godos" (nombre con que denominaban a los españoles), se levantó en armas para luchar por la libertad.
La primera acción revolucionaria fue el “Grito de Asencio” el 28 de febrero de1811 encabezada por Pedro José Viera y Venancio Benavídez a orillas del arroyo Asencio (Soriano), episodio que se considera el comienzo de la Revolución Oriental. No faltaba mucho tiempo para que se concretara en mayo el triunfo de las acciones patriotas. Artigas expresaba sus anhelos referentes a la libertad de los pueblos en frases como esta: "La causa de los pueblos no admite, señores, la menor demora".
Artigas había ido reuniendo las partidas sueltas de patriotas que se levantaban por todas partes a fin de poder atacar a los españoles. Tres columnas de soldados orientales partieron desde diversos puntos del territorio, listos para la batalla y entusiasmados con la idea de libertad. La primera de ellas al mando de José Artigas salió de Mercedes. En segundo lugar partió Venancio Benavídez, y una tercera columna -dirigida por Manuel Francisco Artigas- salió de Maldonado y llegando a Pando se encontró con una fuerza realista. Manuel Francisco evitó el combate y el 17 de mayo se incorporó a las fuerzas de su hermano acampadas en el Canelón Chico. Los españoles, al enterarse de este plan, se vengaron saqueando la estancia de Artigas en el Sauce, de la cual arrebataron unas 1.000 cabezas de ganado que fueron despachadas hacia Montevideo. Los patriotas comenzaron su avance sobre Montevideo, y a medida que marchaban lucharon y triunfaron en varios pueblos como San José y Colonia.
Elío, al conocer el avance de los revolucionarios, envió al capitán de fragata José Posadas al mando de un ejército de más de 1.200 hombres. Posadas se dirigió a Las Piedras con sus soldados para esperar al ejército de Artigas. Si bien existía paridad en las fuerzas esta era solo numérica ya que los dos ejércitos eran muy diferentes. Uno fue denominado “ejército nuevo” entendiendo que se trataba de fuerzas muy diversas con pocos profesionales y gran mayoría de voluntarios y soldados de diverso origen. Muchos blandengues integrantes del ejército español se pasaron a favor de los criollos en plena batalla como la caballería al mando de Rosales, un alférez apellidado Tort que se pasó con los veinte soldados a su cargo, y 135 presidiarios que estaban detenidos en la Ciudadela a quienes les ofrecieron seguir presos o pelear; eligieron pelear y luego cambiaron de bando y pelearon por el ejército oriental.
El 18 de mayo a las 11 de la mañana comenzó la batalla. Los realistas pelearon con bravura hasta casi la puesta del sol pero a pesar de sus esfuerzos fueron arrollados por los orientales y obligados a rendirse. Las fuerzas artiguistas avanzaron en una primera instancia sobre los españoles, y luego de un tiroteo Posadas y sus hombres retrocedieron hasta una zona elevada. Se diría que estaban ahora en ventaja, pues un punto elevado siempre resulta estratégico. Artigas avanzó entonces hacia la posición española por la izquierda con la columna oriental de caballería al mando de Antonio Pérez, y por la derecha la columna comandada por Juan de León. En ese momento ordenó a la columna de su hermano, Manuel Francisco Artigas, que cercara a los españoles por la retaguardia. De esta manera, Posadas y su ejército quedaron encerrados y se rindieron.
La actitud de Artigas al finalizar el combate fue tolerante y compasiva. Según la Prof. Ana Ribeiro: "Había blandengues de los dos lados, había españoles de los dos lados, eso es una cosa que hay que tener presente sobre todo cuando se habla de esa frase tan discutida y repetida “clemencia para los vencidos” porque el odio al español se generalizó más adelante, pero en ese momento, hasta quince días antes, todos estaban del mismo lado y eran vecinos y parientes y gente que compartía el territorio y un sentimiento de identidad". Artigas envió al padre Valentín Gómez, capellán voluntario del ejército revolucionario, a recoger el sable que -como señal de rendición- Posadas había clavado en el piso, y dar auxilio a los heridos.